PRODUCTOS DE RADIOMientras casi todos reconocían la eficacia del radón en el agua, algunos pensaron que la ingestión o aplicación del
radio (el padre del radón) sería aún más eficaz. Así, en los años 20 y principios de los 30 era posible comprar
productos con contenido en radio: ungüentos, cremas de belleza, pasta de dientes (el radón lucharía contra la caries
y mejoraría la digestión), tapones para oídos, chocolates, jabones, supositorios y hasta anticonceptivos.
(Supositorios de radio, "pruébelos y verá qué buenos resultados obtiene", rezaba la propaganda)
Las almohadillas de radio para aplicar al cuerpo eran particularmente populares. Una marca, Cojines Radioactivos Solares Degnens, decía conseguir la energía para sus productos del sol, y debía por ello ser cargada a la luz solar durante varios minutos antes de su uso. Sus 19,50 dólares eran razonables, y además el producto venía con una garantía de devolución del dinero.
¿Demasiado bueno ser verdad? Esto es lo que los fabricantes de un competidor más caro, el Radiendocrinator, pensaron. Sus folletos advertían de la poca confianza que cabía depositar en tales cojines radiactivos y afirmaban que la carga al sol era "Un completo sinsentido. No hay un solo fragmento en la ciencia moderna que pueda respaldar tal teoría".
Comparando, el Radiendocrinator estaba hecho en radio refinado, recubierto de oro de 14 quilates, y enviado en una caja de cuero revestida de terciopelo. Todo ello por solamente 150 dólares. En general, el Radiendocrinator fue diseñado para ser colocado sobre las glándulas endocrinas. Dando un ejemplo de cómo su Radiendocrinator podía ser utilizado, los fabricantes aconsejaron a los hombres "usar el adaptador como cualquier cinturón atlético. Esto coloca el instrumento bajo el escroto como debe estar. Vestir de noche. Irradie según las instrucciones.
Para las víctimas de dolencias respiratorias, había cojines para colocar sobre la boca y/o nariz. Por ejemplo, la "Radium Nose Cup" y el "Radium Respirator". Su eficacia estaba fuera de discusión; ¡el radio purifica el aire inhalado agregándole radón! Citando al fabricante del Radium Respirator (Radium Health Products): "Radio: los científicos lo encontraron, los gobiernos lo aprobaron, los médicos lo recomendaron, sus usuarios lo aprueban, nosotros lo garantizamos, SEGURO, ES BUENO."
No hace falta decir que algunos individuos se aprovecharon de la fe del público en los poderes curativos del radio. Uno de esos individuos era J. Bernard King, fabricante del "Ray-Cura". Éste era un cojín acolchado que según King emitiría emanaciones de radio a las partes enfermas del cuerpo para matar a los gérmenes. Más específicamente, le atribuía la curación del cáncer, la epilepsia, la tuberculosis, y otras numerosas enfermedades.
Al final, estas falsas atribuciones se volvieron contra él. Sobre todo entre los citados por las autoridades federales cuando prohibieron su distribución al haber descubierto que era falso que el cojín de King contuviera radio como él decía, sino que estaba lleno de suelo ordinario.
EL FINAL DE UNA ERA
Lo cierto es que hubiera sido mucho mejor para el público si todos estos productos hubieran sido tan fraudulentos como el Ray-Cura.
Un ejemplo de esto es Radithor. Este producto, líquido, venía en botellas media onza (14 g) y cada botella estaba garantizada por el fabricante para contener µCi 2 de radio. Eben Byers, industrial bien conocido de Pittsburgh, campeón amateur de golf en Estados Unidos y persona de mundo, podría atestiguar la veracidad de las garantías del fabricante. Estaba tan convencido de las bondades del producto que tomaba una media de 3 botellas al día, al menos hasta que murió envenenado por el radio en abril de 1932.
Su muerte extensamente publicada así como las muertes que ocurrían entre los pintores de radio (1), ayudó a enfriar el apetito del público por estas panaceas radiactivas. Los fabricantes de estos dispositivos reaccionaron advirtiendo contra dosis excesivas del radio, recomendando moderación.
Sin embargo, la euforia de finales de los 20 y principios de los años 30 fue sustituida por una apreciación de las características letales del radio. Una era llegaba a su fin.
(1) Aunque no lo explica el artículo, entiendo que algunas pinturas tuvieran cierto contenido en radio