martes, 14 de abril de 2009

Con aquel régimen de guardarlo todo, Alcolea gozaba de un orden admirable; sólo un cementerio bien cuidado podía sobrepasar tal perfección.

Esta perfección se conseguía hacienco que el más inepto fuera el que gobernara. La ley de selección en pueblos como aquél se cumplía al revés. El cedazo iba separando el grano de la paja, luego se recogía la paja y se desperdiciaba el grano. Algún burlón hubiera dicho que este aprovechamiento de la paja entre españoles no era raro. Por aquella selección a la inversa, resultaba que los más aptos allí eran precisamente los más ineptos.

Pío Baroja, El árbol de la ciencia.

2 comentarios:

Evocid dijo...

Uno de los mejores libros que he leido. Tambien el más deprimente. Impediría (lo digo en serio) leerselo a alguien con problemas de depresión.

Faisotes dijo...

Lo mismo me dijo un amigo mío que me recomendó leerlo. Un libro muy bueno pero que te puede dejar hecho polvo.